miércoles, 2 de octubre de 2013


Es tan sumamente irónico, que a veces dudo en si seguir derramando lágrimas, o reír de la hipocresía de la gente, y de lo superficiales que podemos llegar a ser.
Durante mi vida, que no es que sea demasiado larga, las frases más pronunciadas por mi madre han sido ‘No hay que juzgar a la gente’, ‘La religión no significa nada’, ‘Mientras que vosotras seáis felices...’ o mi preferida: ‘Lo cortés no quita lo valiente’. Y os estaréis cuestionando dónde se haya en ellas la hipocresía. La respuesta es tan simple cómo ‘En los hechos.’ Estas frases, tan pronunciadas por mi madre, no significan absolutamente nada. Es decir, no valen una mierda. Ha tratado de criarme con una mente inmensamente abierta, y sin prejuicios. Enhorabuena, mamá. Lo has conseguido. Pero, ¿de qué me va a servir a mi ahora esta mentalidad, si es mi propia madre la que trata de encerrarme en los prejuicios más típicos de nuestra sociedad hoy en día? El primero: La religión. Soy cristiana. Creyente. Estoy bautizada, he hecho la comunión, y mis padres son igual de religiosos que yo, o más. Sí, amo mi cultura, y amo mi religión. Pero encuentro tan patético el tener que juzgar a otra persona por seguir una diferente religión a la mía, y un diferente prospecto de ella. Cuando al final del día, para mi, son la misma religión, con la misma base, pero con un simple formato diferente, idioma tal vez, y manipulada cuánto le haya parecido bien a la iglesia, o a los creadores de ella. Para mi, todas siguen partiendo de la misma base: El bien, y el mal. Los pecados, y los gestos humildes. ¿Qué más me da a mí que me digan que al ser buena persona iré al cielo para reencontrarme con mis seres queridos, o que al serlo, me encuentre con 12 vírgenes en caso de ser un hombre? ¿A caso alguien a vuelto de eso que llamamos ‘Más allá’ para redactarlo, y plagiarlo en un papel llamado ‘Biblia’ o ‘Corán’? Al fin y al cabo, el mensaje es ‘Debes ser buena persona’. Aunque hoy en día, con tantos problemas, tanta maldad, frialdad, delincuencia, e hipocresía que se mueve dentro de nuestro entorno, puedo llegar a dudar de la palabra de todos. No me mal interpreten; soy cristiana, y sigo creyendo en la mayor parte de mi religión. Recuerdo que digo ‘la mayor parte’ porque creo en Dios, no en lo que ha querido manipular la iglesia. Mi religión es una parte de mí. Algo con lo que me he formado, y he crecido. Pero jamás, y repito, jamás, voy a ser capaz de ser tan cerrada y superficial como para juzgar a otra persona por tener una mentalidad, o religión diferente a la mía. Al igual que yo, no espero ser juzgada por ello. El problema con cada religión, es que cada uno de nosotros pensamos que nuestra religión es la correcta. Que es la única, y que es la que todo el mundo debería seguir para ir por el camino acertado. Y no nos damos cuenta, de que hay miles, y miles de religiones. Que porque la tuya sea la más oída por tus oídos, y más creída y aceptada por tu subconsciente ingenuo, no creará de ella algo superior a las demás. Para mí, la mentalidad y la forma de pensar, o una vez más, la religión de las personas, son simples minucias. Al igual que todo, hoy en día, debemos buscar el lado científico de las cosas. Porque ese es nuestro dilema, ¿verdad? ‘Ver para creer’. Y el estado más puro de la ciencia, somos nosotros. Somos pura ciencia. Somos moléculas, glóbulos, tiras de ADN... Nuestra forma de pensar, no va incluida, y por lo tanto, es algo secundario. Algo, que podemos manejar, cambiar, y manipular. A veces pienso en las palabras de mi padre. Palabras que vienen de un ateo, pero las palabras más lógicas que he podido oír hasta ahora, y son ‘Religión = Guerra’, o si lo preferís, ‘Religión = Odio’. Incontables son las guerras que han sido desembocadas por religiones. Y las tenemos ahí. Presentes en la historia. Pero no aprendemos, y no cambiamos, y ‘seguimos cayendo en la tentación’. Porque somos incultos de nuestra propia cultura, e ignorantes de nuestro propio ser. Damos vueltas en círculos, y somos tan imbéciles que ni siquiera chocando con el punto de partida, somos capaces de entender que no avanzamos. ‘Igualdad’. ¿Cuántas putas veces hemos llegado a oír esa palabra? Deberíamos aprender a no hablar sin conocimiento. ‘Igualdad’ es una palabra que pocas bocas deberían ser capaces, y dignas de pronunciar. Amén.